El ejercicio profesoral de Leopoldo Zea, quien comenzó a dictar cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras desde muy temprano, no se limita sólo a lo que llamaríamos la labor de pizarrón, sino que tiende a estimular en sus jóvenes alumnos el conocimiento de la realidad en torno. Muchos de ellos se han convertido en brillantes investigadores, pero quizá destaca, en este sentido, la organización del grupo Hiperión, que marcó una impronta en la cultura mexicana al proponerse como tema generacional, a finales de la década de los cuarentas, el estudio de lo mexicano. Zea los encabezó pero siempre sostuvo que no se trataba de un estudio narcisista sino tan sólo de un procedimiento para situar lo nacional en la historia universal. Él mismo había iniciado tal investigación con su libro El positivismo en México (1943) y luego con Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica, obra que fue producto de un largo viaje de estudio por América Latina. Más tarde iniciaría el proceso de situar a América en la historia (1967), de elaborar una Filosofía de la historia de América (1976) y una filosofía de la historia general, desde el punto de vista latinoamericano, que se titula Discurso desde la marginación y la barbarie (1988). Estas obras, y muchas otras más que ha escrito, constituyen una verdadera filosofía hecha desde el punto de vista del Tercer Mundo, lo que implica una fuerte originalidad.
Pero las cosas no se detuvieron ahí puesto que la mirada de Zea se extendió a todo el mundo, y en particular a los países tercermundistas. Esta es la razón por la cual sus obras han sido traducidas al ruso, al alemán, al francés, al inglés, al italiano y al polaco, lo que le ha acarreado varias distinciones tanto nacionales, como el Premio Nacional de Ciencias y Artes, Historia, Ciencias Sociales y Filosofía (1988), como internacionales: el doctorado honoris causa de la Universidad de París X, etcétera.
Pero también Leopoldo Zea se ha sentido comprometido con su realidad: como universitario, ocupando la Dirección de la Facultad de Filosofía y Letras (1966-1970), la Dirección General de Difusión Cultural (1970-1973), la del Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos, la de la revista Cuadernos americanos, todo ello en la Universidad Nacional Autónoma de México. Leopoldo Zea ha intentado hacer lo que en un tiempo se denominó “política de la cultura”. Es, por lo tanto, un hombre fiel a sí mismo y a su vocación claramente filosófica, en el mejor sentido de la expresión.
(Selección y adaptación del texto de Abelardo Villegas en Setenta años de la Facultad de Filosofía y Letras, unam, 1994) Texto que abarca la trayectoria de Leopoldo Zea hasta 1970.