Desde que la conozco, Juliana González ha andado por los caminos de la filosofía. Cercana al filósofo catalán Eduardo Nicol, llegó a ser su mejor discípula, lo cual implicaba, entre otras cosas, amor a la metafísica, a la ética y a ese universo griego que, con tanta frecuencia, Juliana González ha cultivado después. Sobre su maestro escribió la tesis doctoral, que se convirtió en el mejor libro acerca de la obra nicoliana: La metafísica dialécticade Eduardo Nicol (1981). Por otra parte, Juliana ha venido desarrollando cada vez más su propia obra viva, vital, muy ya del todo suya.Todos sabemos que Juliana González no se ha alejado nunca de los filósofos clásicos. Son especialmente importantes y valiosas sus investigaciones sobre Heráclito, Platón, Spinoza. Entre los modernos y contemporáneos, ha analizado a fondo a Nietzsche, a Heidegger, a Sartre, a Erich Fromm. En todos sus estudios existe una tendencia precisa: la del humanismo. Por lo demás, no ha dejado de prestar atención a los escritores –Dovstoyevski, Kafka, conocidos a fondo. Todo sin olvidar su afición por el arte y, en particular, su hermoso texto dedicado a la pintura de Remedios Varo.

De singular importancia en cuanto a al ética y a la praxis del libre albedrío es el libro Ética y libertad, publicado en 1989. Citemos una frase especialmente reveladora de este texto si queremos darnos cuenta de la intención filosóficade Juliana González:

“La metáfora paradigmática de la unidad psíquica de la vida moral sigue siendo, así, la del ‘mito’ platónico del ‘carruaje alado’, unidad indisoluble de la conciencia con las fuerzas primigenias de la vida; unidad siempre en movimiento, siempre tensa, siempre en la alternativa de ‘ascenso’ o de ‘caída’.”

Tensa, es decir, en constante lucha, en constante movimiento dialéctico, en continuado diá-logo del hombre con la naturaleza, del hombre con los demás hombres.

Esta actitud ética aparecía ya en un libro excepcional, publicado por Juliana González en 1986; me refiero a El malestar en la moral. En él se analiza con gran detalle y precisión el problema que Freud ha planteado para la ética. Sin olvidar determinismos, a veces demoledoramente reductivos, puede pensarse en Freud como el pensador a partir del cual se afirma cierta libertad, camino al que Juliana González llama un “humanismo integral”.

Juliana González, helenista y maestra de especialistas en el mundo griego es, por vocación, descubridora de vocaciones. A sus discípulos les ha comunicado esta inapreciable muestra de rigor y vida que entrañan la capacidad analítica, el afecto, la disciplina, la tolerancia, el orden.

Mucho de los que piensa Juliana González puede acaso ser recordado a partir de un breve fragmento especialmente hondo de nuestro maestro –es maestro de todos– Heráclito de Éfeso: “El ethos es para el hombre su destino (daimon)”.